Günter Grass, nueva novela: Malos presagios


El escritor alemán Günter Grass ha vuelto a la novela. Acaba de realizar una lectura de un capítulo del libro que está escribiendo, cuyo título, Unkenrufe, significa literalmente el croar de los sapos, aunque se trata de una expresión que en alemán sugiere algo así como malos presagios. La novela, de unas 320 páginas, con siete capítulos, se pondrá a la venta en Alemania el 4 de mayo y se presentará en la feria de Leipzig, en el este del país. La lectura pública de Grass, que acaba un silencio literario de varios años, tuvo lugar en Gotinga ante un grupo muy reducido de libreros, y fue organizada por la editorial Steidl.

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“La casualidad puso al viudo junto a la viuda. O quizá no fuera casualidad lo que anduvo en juego, ya que su historia comenzó el día de las almas. Sea como fuere, la viuda ya estaba allí cuando el viudo se subió, tropezó, pero no llegó, a pesar de todo, a caerse. Se situó junto a ella. Zapatos del 43 junto a suelas del 37”.Así comienza la nueva narración de Grass y así presenta el escritor al viudo y la viuda, los dos personajes centrales de la narración: el viudo alemán Alexander Reschke, de lejanos orígenes polacos, doctor en Historia del Arte, catedrático en Bochum y especialista en inscripciones de tumbas, y la viuda Alexandra Piatkowska, restauradora polaca de origen lituano, especializada en cubrir con pan de oro ángeles y altares barrocos.

La historia comienza en la ciudad de Gdansk en la fiesta de todos los santos de 1989. En la narración, un tercer personaje, algo cínico y escéptico, es también importante: el narrador. En este caso, un antiguo compañero de escuela de Reschke, que se encarga de ir narrando, apoyándose para ello en los diarios, cartas y toda la base documental conservada por el viudo, la historia de Alexander y Alexandra.

El encuentro de ambos, narrado en los párrafos introductorios, ante el puesto de una campesina rodeada de calderos con flores y setas extendidas sobre papel de periódico. Las pocas y, seguramente, pobretonas flores dan malamente para formar un ramo. El viudo opta por ofrecer sus flores a la viuda para que ésta consiga el ramo que llevar a la tumba de sus padres. “Puedo…”, abre tímidamente el catedrático alemán el diálogo, dando a entender que le gustaría que le aceptase el regalo de las flores. “Nada de nada puede usted”, contesta, algo tajante y con acento marcado, la viuda. Si la puede acompañar, pregunta el viudo, una cabeza más alto que ella y boina vasca.

En el cementerio, un poco apartado: “Permítame que, con tanto retraso, me dé a conocer: Alexander Reschke es mi nombre”. “Alexandra Piatkowska”, devuelve ella. El marido, avisa, yace en otro cementerio. Reschke, en vez de darse a conocer también como viudo, opta por la profesión: “Doctor de Historia del Arte y catedrático en el Ruhr; tema de la tesis, epitafios e inscripciones en las iglesias de Gdansk”. Sólo entonces comunica que su mujer ha fallecido. Tras el ruego al viudo de que vea la tumba de los padres, la viuda, como si hubiera recibido un certero consejo de ultratumba: “Ahora voy a hacemos setas con perejil picadito”.

Por el boquete de la pared abandonan el cementerio. Él no osa, a pesar de setas y perejil, hacer referencia alguna a Chernóbil y sus consecuencias. De esa visita común al cementerio sale la idea que gobierna la trama del libro: ¿no sería un acto de humanidad, y además una aportación a la reconciliación definitiva entre alemanes y polacos, fundar una sociedad dedicada a enterrar a todos aquellos deportados, huidos de Gdansk, que deseen reposar para siempre en su tierra?. Con esa idea se van a cenar juntos. Al terminar, Alexander regresa solo a su hotel. Pasado un tiempo, un pequeño golpe en la puerta. Al abrirla, Alexandra. En silencio se abrazan y comienza así la historia de amor del libro.

El capítulo cuarto, leído con gran fuerza por Grass, relata la puesta en práctica de la idea del cementerio para transterrados de Gdansk.

Entremezclados en la narración aparecen los grandes fenómenos de la historia mundial, contemporáneos al proyecto: la caída del Muro, las gentes subidas a la puerta de Brandemburgo, la guerra del Golfo; visitas oficiales alemanas a Varsovia: la del presidente Weizsäcker, pelo plateado, discursos brillantes. “Tiene guapos ojos tu presidente”, salta Alexandra, “no como el nuestro, con esas gafas negras

Malos presagios

Hacia el final del capítulo, reflexiones sobre los sapos y su significado. Quizá ese croar de sapos en la laguna indique malos presagios, como dicen las fábulas alemanas. También unas distinciones finísimas acerca de los distintos modos de croar sapos y ranas, y acerca de clases, tamaños y formas.

Sobre la trama, la relación amorosa y el final de la historia, el autor no quiso adelantar nada. Quizá por miedo a que un inesperado ruido de sapo invierta en malos los buenos presagios que acompañan al libro.

Grass abandona con este libro la editorial Luchterhand y se pasa a Steidl. Como es habitual en el escritor, el proceso comercial del libro empezó con una reunión con los diversos traductores, celebrada en enero.

Este artículo apareció en la edición impresa de El País el Lunes, 10 de febrero de 1992


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