Alemania ha racionalizado al máximo la distribución del libro creando una ágil red de servicios intermedios para editores y libreros. El resultado es una poderosa industria que mueve más de 600.000 millones de pesetas al año y el abaratamiento del precio medio del libro, que oscila entre las 1.798 y las 857 pesetas. En Italia, en cambio, la situación es similar a la española: sólo el 10% de los más de 40.000 nuevos títulos que se publican anualmente supera los dos meses de permanencia en las librerías. En Francia, 50 millones de libros son destruidos anualmente para dar paso a las novedades, y en el Reino Unido desaparecen las pequeñas librerías en beneficio de los grandes espacios.
El libro no es tratado, en ningún país europeo, como un bien comercial normal. Menos aún en Alemania, donde un muy conocido personaje llamó a las librerías gasolineras intelectuales. La primera particularidad de esas gasolineras es que, desde hace 100 años, el precio de venta al público del libro no está sometido a la libertad de mercado, sino que es, por ley, obligatoriamente idéntico en todo el país.
Una segunda particularidad logística, que viene también del siglo pasado, es aún más notable: la creación de una poderosa red de servicios intermedios para editores y libreros, que busca racionalizar al máximo la comercialización del libro. Nacen así grandes empresas de servicios: por un lado, bases gigantescas de depósito y distribución de libros, por otro, bases de centralización contable que liberan a editoriales y librerías del costoso trabajo de realización de cada pago, sustituyéndolo por una liquidación total al organismo intermedio. Los resultados de esas y otras muchas racionalizaciones están a la vista: por un lado, un crecimiento constante del volumen de negocio, que en 1988 alcanzó ya unos 10.600 millones de marcos (unos 620.800 millones de pesetas aproximadamente), y un abaratamiento del precio medio del libro, unas 1.798 pesetas, que se reduce hasta 857 en el caso de obras literarias. Por otro, una importante especialización de funciones: las editoriales, dedicadas cada vez más a su función de seleccionar, confeccionar y publicar libros; las empresas de pedido y distribución, a acortar y mejorar esos sistemas, concentrándolos en manos de grandes empresas: por ejemplo, Bertelsmann Distribution, en Gütersloh, la más grande, tiene en depósito y distribuye en la actualidad los libros de unas 300 editoriales; y Koch Neff & Detinger, en Stuttgart, la segunda, los de unas 80.
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Pero, dentro de toda esa eficaz red logística, hay un invento que asume el honroso título de joya de la corona, una innovación de cuya creatividad y poder reformador está especialmente orgulloso el mundo del libro alemán. Se trata de una especie de enormes supertanques de depósito y de distribución de libros para las gasolineras intelectuales.Los supertanques le ofrecen, tanto al librero como al cliente, algo único: al librero, liberarse de la necesidad de que sus ventas dependan de su volumen de almacenamiento -con los problemas de espacio, envejecimiento del stock, costes y riesgo económico que eso conlleva-; y al cliente, la posibilidad de disponer de un libro deseado y no existente en la librería en un tiempo récord.
Para hacerse una idea del volumen, infraestructura, capacidad organizativa, poder financiero y logístico que suponen esos supertanques, unos detalles mínimos de funcionamiento. En el mercado alemán están disponibles aproximadamente unos 530.000 títulos. De todos esos títulos, los supertanques-en teoría, varias decenas, en la práctica, reducibles a dos gigantes: la ya citada empresa familiar Koch, Neff & Destinger, con sede central en Stuttgart y subsede en Colonia; y Lingeribrink, con sedes en Francfort y Hamburgo- tienen almacenados permanentemente cada uno unos 150.000 títulos, lo que supone, incluso calculando un número bajo de ejemplares por título, el almacenamiento permanente de entre uno y dos millones de libros, entre los que están, naturalmente, la mayor parte de las 50.000 novedades del año y los libros más usuales o importantes. Los supertanques completan su función distribuidora mediante la organización de una enorme red de informatización de pedidos y de distribución. En primer lugar, la edición anual de los catálogos completos de existencias de cada uno de los supertanques. En segundo, la conexión, mediante terminales electrónicas, de unas 6.000 librerías a esa red de distribución. En el último tercio de la tarde los supertanques recogen electrónicamente, en unos segundos, los pedidos de todas las terminales del país, imprimen por cada libro una hoja de pedido, hojas que recorren, a continuación, durante la primera parte de la noche, metidas en la caja de cada librería, las enormes naves, donde una serie de operadores van depositando. en cada caja los títulos solicitados. Finalizadas esas operaciones, una considerable flota de coches distribuye por todo el país los pedidos, con el resultado de que, hacia las seis de la mañana, el conductor deja en cada librería asociada, con la llave que posee, el cajón con los libros deseados. Y eso todas las noches del año y en toda la geografía y sin ningún tipo de recargo para el cliente.
Este artículo apareció en la edición impresa de El País el Martes, 25 de junio de 1991
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